Acabábamos de firmar un acuerdo de franquicia con un nuevo embotellador en el norte de México; estábamos a principios de enero. Debíamos aprovechar la temporada alta de verano en Monterrey, que representa dos tercios de la venta anual y había un solo problema: no teníamos una planta para producir las gaseosas y debíamos construirla antes de mayo.
El director de ingeniería me dijo que era imposible hacerlo en tres meses. Pero no teníamos opción alguna. Entonces reuní a todo mi equipo y pregunté: ¿cómo hacemos, tomando en cuenta que tenemos todos los recursos a nuestra disposición? Participaron todas las áreas. Luego del estupor inicial, de la indecisión, de la oscuridad del problema, comenzaron a surgir propuestas, algunas desquiciadas y otras que nacían de una idea loca, pero luego eran modificadas para ganar coherencia. Algo que el área de ingeniería tomaba con apertura.
Justamente el área de ingeniería, con el apoyo de todos e ideas frescas, trajo la solución. Se desvió maquinaria en tránsito de otros lugares hacia Monterrey, los techos y paredes se prefabricaron como un Lego, se conversó con los proveedores de camiones y enfriadores para acelerar las entregas, todo ocurrió en paralelo.
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